Si los equipos de proyecto funcionaran como equipos de baloncesto profesional (tipo NBA o, por qué no, nuestra ÑBA -mal que le pese a nuestros vecinos de La France que ayer perdieron en Londres 2012 y les dió una rabieta…-), el problema de evaluar la eficiencia y nivel de competencia de los equipos sería más simple de lo que nos parecía en el último post. Y por consiguiente sería también relativamente simple prescribir acciones que mejoraran su desempeño y nivel de competencia.
Consideremos algunas de las características de los equipos de baloncesto:
Lo que tenemos aquí es un entorno estable, bien definido en el que el trabajo de equipo puede realizarse sin grandes complicaciones que, además, permite una evaluación del desempeño de los jugadores de forma individual y de su desempeño como equipo. Las estadísticas que se van recogiendo partido a partido permiten evaluarles individualmente -número de puntos, porcentaje de tiros libres, de tiros de 3 puntos, de faltas poersonales, asistencias, el número de rebotes, de tapones,…-.
Haciendo caso a Katzenbach y Smith (1993) la efectividad de un equipo es totalmente ligada a su desempeño y en los equipos de baloncesto, esto es fácil.
Desafortunadamente, pocos entorno de empresas y proyectos tienen el grado de estabilidad y claridad que nos encontramos en el baloncesto… …de hecho lo único estable es… …el cambio. Las estructuras de los equipos son dinámicas, con miembros que entran y salen, en las que es difícil no solo evaluar la desempeño del equipo sino el propio desempeño individual. Y, por ello, a pesar de la cantidad de libros, artículos, guru-webinars,… sobre los equipos, no es nada fácil adoptar soluciones enfocadas a lograr equipos de alto rendimiento.
Así que cualquier intento de evaluar el desempeño individual dentro de un equipo y el desempeño del equipo al completo está complicado… ¿o no?