Me ha llegado esta historia que, por su directa aplicación a la gestión de proyectos, me gustaría compartir. Todos sabemos que, si algo no hay en la gestión de proyectos, es prima donnas ni primo uomos… sino que es una labor de equipo. Vamos allá:
… Cuentan que en una carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar… ¿La causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y, además, se pasaba el tiempo golpeando.
El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo. Dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera para algo…
Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás. Y la lija estuvo de acuerdo…
…a condición de que fuera expulsado el metro que siempre se pasaba el tiempo midiendo a los demás según su medida, como si fuera él el único perfecto…
En eso entró el carpintero, se puso su delantal e inicio su trabajo. Aprovechando las utilidades del martillo, la lija, el metro y el tornillo, finalmente, la tosca madera inicial se convirtió en un bonito mueble (esta historia es de cuando no existía Ikea…).
Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho y dijo:
Señores ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos.
La asamblea encontró que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era esencial para afinar y limar asperezas, el metro era preciso y exacto…
… Y se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad.
Moraleja?
Saludos¡
dnl
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Daniel